Antes de comenzar esta crítica, solo mencionar el extraño y descortés trato que el festival está dando a la prensa en relación con las cintas que no participan en la sección oficial. No se reservan sitios para los medios de comunicación, ni se permite que estos soliciten una entrada para ver determinada película. Solo pueden pasar si queda algún asiento libre en la sala. Se pone así difícil que la prensa asista a ninguna película fuera de los largos de ficción a concurso. En el caso de Al Yidar se nos había prometido que podríamos entrar al segundo piso del Echegaray (con reducida visibilidad y que permaneció vacío durante toda la proyección), pero ni esto fue posible ante la intransigencia de un trabajador del Cervantes que decía “cumplir órdenes”. En el último momento un conocido me pasó una entrada.
Al Yidar es una “road movie” (película de carretera, o película-carretera en una traducción aún más libre) a lo largo de los 3.000 kilómetros del muro que Marruecos ha construido en el Sahara Occidental supuestamente para defenderse del Frente Polisario, que reclama un referendum sobre la independencia del territorio. Muchos habíamos oído hablar del muro pero nunca habíamos visto una sola imagen que demostrara su existencia. “Lo que no se ve, puede ser una leyenda”, plantea nuestro cerebro. Se trata además de una fortificación casi invisible, construida con piedras y tierra de la zona, pero equipada con los más modernos sistemas de vigilancia. Financiación inicial saudí, tecnología israelí y, según plantea del documental, fondos de la Unión Europea destinados a la lucha contra la inmigración clandestina que de hecho se dedican al mantenimiento de esta barrera militar. Al Yidar demuestra que el muro existe.
Además de la belleza de sus imágenes, otro aliciente del documental es su visita a pueblos imposibles enclavados en la “zona liberada” del Sahara Occidental, con nombres como El Rincón, Tifarity o Mehaires; también la cotidianeidad de pastores o niños a los que un mal paso puede hacer saltar por los aires a causa de una mina colocada por Marruecos; antiguas filmaciones de archivo de la cotidianeidad durante la colonización española; inmigrantes que cruzan el muro en dirección al mar, camino de Canarias; saharauis que lo atraviesan hacia el desierto, huyendo de la represión y tortura... Realidades duras, a veces bellas y de apariencia imposible, que se nos van desplegando ante los ojos.
La música de Antonio Meliveo funciona con especial eficacia. El documental lo han dirigido Fernando Rivas y Leonor Jimenez. Esta última es amiga de este crítico y por eso no conviene que me deshaga en demasiados elogios sobre su labor. Solo apuntar que su mirada artística parece cada vez más madura y completa, más emocionante. Y que Al Yidar es un intenso documental que ayudará a la causa de cientos de miles de antiguos españoles que llevan 35 años luchando por su autogobierno.
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