Um lugar ao sol reúne las reflexiones y pensamientos de un puñado de personas que viven en áticos de lujo en la primera línea de playa de Río de Janeiro. El documental no tiene desperdicio. Por él desfilan personajes bizarros que explican qué significa para ellos vivir en una casona con jardín y piscina a decenas de metros de altura, con vistas inmejorables y poblada de cámaras y seguridad privada. “Tienes sensación de dominio porque no hay nada más alto”, “estoy sobre todo y sobre todos”, “es una bendición estar más cerca de Dios”, “sientes que la naturaleza, la lluvia y el sol forman parte de tu casa”. Estas pseudoconsignas de márketing son en realidad percepciones de seres humanos para los que la meritocracia parece ser la única clave de éxito en la vida.
No solo el contenido del documental es excelente, también el continente. “Imágenes puramente afectivas” (como explicó el director, Gabriel Mascaró) se intercalan con los testimonios mostrando la materialidad de vivir en las alturas de forma deliciosamente estética. Veintiuna primaveras tenía Gabriel cuando grabó las imágenes y tres años tuvo que esperar para tener el coraje de montarlas. “El rodaje fue un proceso violento de negociación de poder, de cómo representar a estas personas. Había una presión constante para no mostrar determinados lugares de la casa, para no dedicar más tiempo de la cuenta”, relató él mismo en el debate posterior a la proyección.
Sin duda uno de los momentos más interesantes (desde el punto de vista antropológico al menos) es cuando una mujer describe cómo cambia la percepción del paisaje desde las alturas, haciendo bello también lo feo. “Incluso la favela se ve bonita, con todas sus casitas. Hasta las balaceras se ven de colorines. Hace poco hubo un asesinato y fue interesante vivirlo desde aquí. Siento que participo en lo que ocurre a mi alrededor porque lo oigo todo”. Definitivamente, ella sí puede afirmar eso de “me río de Janeiro”.
Ayer la vi y estoy totalmente de acuerdo contigo.
ResponderEliminarAntonio lafuente