El lunes por la tarde me dirijo ilusionada al recién estrenado cine Albéniz, para ver Alicia en el país de las Maravillas. Al entrar, el cine parece un hotel de cuatro estrellas, pero no tengo tiempo de detenerme en los detalles, ¡no hay tiempo! ¡Llego tarde! Y me introduzco de prisa en la suite reservada para la proyección.
En la pantalla me encuentro a una Alicia veinteañera y bastante sosa (Mia Wasikowska) que vive extrañada en su mundo victoriano e insegura de lo que pasa a su alrededor. Al borde del noviazgo, cuando todos los ojos de la sociedad esperan el “sí, quiero”, la chica se escapa y cumple el salto que la llevará al submundo maravilloso que quizás visitó de niña.
A través de un decorado en 3d espectacular (y que sin embargo no sé si vale el desperdicio de plástico que conllevan las gafas de 3D de usar y tirar), Alicia sigue el conejo blanco, tropezando con todos los personajes que nos esperamos: la oruga delirante con una dosis de mala leche, los gemelos (un Matt Lucas de Little Brittain, en versión clónica), el sonriente Gato de Cheshire y el sombrerero- Johnny Depp- que, privado de la entusiasmante locura con que antaño celebraba los no cumpleaños no sabe si reír o llorar y lo mismo sentimos los del público, al verle así. El personaje estéticamente más contundente es, sin duda, La Reina de Corazones (Helena Bonham Carter, ¿cómo no?), presumiendo de cabeza y obsesionada con las cabezas de los demás.
Incluso en el mundo de sus fantasías, Alicia sigue dudando entre cumplir las expectativas de la sociedad o vivir a su manera. Rozando la crisis de identidad, invoca lo mágico de pensar en lo imposible y, cuando la incertidumbre se hace insostenible, lo único que realmente consigue es esquivar los trastos que le tira Johnny Depp. La bella durmiente de Tim Burton no quiere echarse novio y se despierta por su propia voluntad justo a tiempo para una cita de negocios…
Salimos de la sala a través de una escalera que parece llevarnos a lo más profundo: ¿Encontraremos el país de las Maravillas? le pregunto al acomodador. No, encontramos Málaga, eso sí, un poco más maravillosa desde el momento en que se ha realizado algo que parecía imposible: que el cine Albéniz volviera a abrir sus puertas.