Esta es la crítica de Javier Tolentino al último film de la realizadora argentina Julia Solomonoff , El último verano de La Boyita, que podeis encontrar en cartelera en el Cine Albéniz y que recomendamos desde el Foro Malagueño por la Cinemateca. Que lo disfrutéis!
Créanme, cuando vi a Julia Solomonoff conduciendo el coche, por aquella carretera a ninguna parte de La Patagonia, recogiendo al entrañable viejo de la película de Carlos Sorín, Historias Mínimas, intuí que esa mujer era más que una actriz, que sabía contar y que nos dejaba en situación de orfandad cuando desaparecía de la pantalla. Ahora sabemos que Julia ha realizado cortos, que hizo un largometraje, Hermanas (2005) y que ahora los hermanos Almodóvar se han decidido por apoyarle en este bello, bellísimo verano de la boyita (El verano de la boyita).
La Boyita es un remolque, una casa rodante, un lugar para flotar, para volar, para viajar, una especie de anfibio doméstico con la capacidad para fantasear mientras los padres hablan, conducen, se turnan y mientras todo eso sucede la cabeza de Jorgelina (pequeña protagonista de esta aventura del estío) imagina bosques y ríos, aventuras durante todo un largo verano. Sin embargo la vida puede cambiar en un solo instante y lo que iba a ser un espacio para volar puede convertirse en un escondite lleno de polvo y que jamás se movió de sitio alguno.
No, no voy a contar la historia de La Boyita, tendrán que verla, tan sólo diré que a mi me ha emocionado: me he mojado con la tormenta en medio del campo, del bosque argentino; he querido galopar en esos caballos adiestrados por Mario, pero, sobre todo, me ha empapado la nostalgia de la película, esa relación a lo largo de todo un verano entre el padre y la hija, esa ruptura amorosa que divide el mundo de los adolescentes y que les empuja al abismo, al miedo. Justo el miedo que propone el cuerpo del ser humano cuando comienza a someterse a cambios que no se controlan, que no se sabe.
En esta película, Julia, su directora, nos ha metido un chute directo a la infancia, al verano, a los cálidos y clandestinos baños a la hora de la siesta, el miedo y la lumbre por el roce, por el afecto y una fotografía y un sonido donde se escucha el ulular del viento, el aleteo de las cigarras y el chapoteo de las ranas, sonido inconfundible de un verano que nunca es de ayer, es de siempre, de todos los que no han cumplido apenas trece años.
Pero El último verano de La Boyita es mucho más que esta pequeña crónica: es la muestra de lo raro, de la diferencia, de los baroncitos o varoncitos y de los machos, de la envidia en la adolescencia porque la hermana mayor se te escapa en el tiempo, de tu padre que vuela quizá a un lugar donde ya no podrás verle. Del miedo a lo que habrá más allá de la pubertad. Razones propone Julia de esa intuición adolescente por el miedo que habrá de venir. Me gusta la cámara y la mirada de Julia Solomonoff, al otro lado de la ciénaga de Lucrecia Martel.
Más información en: El Séptimo Vicio
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